Jue. May 8th, 2025

Plan de Fomento de la Natalidad: Chile 2025-2035​

Introducción​

Chile enfrenta una crisis demográfica silenciosa: la natalidad ha caído a niveles históricamente bajos. La tasa global de fecundidad (TGF) se ubicó en apenas 1,25 hijos por mujer en 2022 y las cifras provisionales de 2023 la reducen aún más a 1,16, la más baja jamás registrada en el paísine.gob.cline.gob.cl. Este valor está muy por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1 hijos por mujer. En 2023 nacieron alrededor de 174 mil bebés, lo que supone 8% menos que en 2022 y 37,6% menos nacimientos que en 1992ine.gob.cl. En otras palabras, en 2023 hubo 105 mil nacimientos menos que en 1992ine.gob.cl. De continuar esta tendencia, Chile pronto será un país envejecido, con consecuencias económicas y sociales profundas.

Ante esta realidad, presentamos el Plan de Fomento de la Natalidad para la próxima década. El objetivo es persuadir con evidencia: fundamentar técnicamente la magnitud del problema y proponer políticas efectivas –inspiradas en experiencias exitosas de otros países– para incentivar a las familias chilenas a tener más hijos. Este plan, pensado para un programa de gobierno, aborda estadísticas clave, diagnóstico de causas, medidas concretas, estimación de costos y los efectos económicos y políticos de actuar (o no actuar) frente a la baja natalidad.

Análisis Estadístico​

Evolución histórica de nacimientos (1980-2025): Chile experimentó un descenso sostenido de nacimientos en las últimas décadas. A inicios de los 1980, nacían en torno a 250 mil niños por añoen.wikipedia.org. Hubo un máximo cercano a 300 mil nacimientos anuales a fines de los ’80 (303.798 en 1989)en.wikipedia.org. Desde entonces la cifra ha caído casi ininterrumpidamente: en 2010 hubo ~250 mil nacidos vivos, en 2020 solo ~195 mil, y en 2023 apenas ~172 mil nacimientosciedess.clen.wikipedia.org. Esto implica que en algo más de 30 años los nacimientos anuales se redujeron cerca de 45%. La tasa bruta de natalidad pasó de 22 nacimientos por mil habitantes en 1980 a apenas 8,7‰ en 2023en.wikipedia.org, acorde con una transición demográfica avanzada.

Composición por nacionalidad: Paralelamente, Chile dejó de ser un país de baja inmigración para convertirse en receptor de migración regional. La población extranjera residente creció de menos del 1% del total en 1990 a alrededor del 7,5% en 2020 (1,46 millones de inmigrantes)ine.gob.cl. Este cambio se refleja en los partos: en 2017, solo el 6,9% de los nacidos vivos eran de madre extranjera, pero en 2022 los nacimientos de madre extranjera alcanzaron el 18,9% del totaline.gob.cl. Es decir, casi 1 de cada 5 bebés nacidos en Chile hoy tiene madre foránea, sumando 35.864 nacidos vivos de madres extranjeras en 2022ine.gob.cl. Las colectividades con más hijos nacidos en Chile son venezolanas (20,3% de los nacidos de madre extranjera), peruanas (10,6%) y haitianas (10,0%)ine.gob.cl. Regionalmente, Tarapacá y Antofagasta lideran con casi la mitad de los partos provenientes de madres inmigrantesine.gob.cl. En otras zonas, como La Araucanía, esta proporción es menor al 5%ine.gob.cl.

Madres chilenas vs. extranjeras: Aun cuando el aporte migrante ha amortiguado la caída de nacimientos, la natalidad entre mujeres chilenas también se halla en declive acentuado. Los nacimientos de madre chilena bajaron de ~233 mil en 2016 a ~153 mil en 2021 (considerando que 17,4% eran de madre extranjera ese año)t13.cl. Esto refleja que las chilenas postergan o renuncian más a la maternidad que antes. En marzo de 2024, por ejemplo, se registraron solo 11.537 nacimientos totales, un 27,2% menos que en marzo del año anteriorciedess.cl, señal de que la tendencia a la baja continúa incluso tras la pandemia.

En síntesis, las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) muestran una drástica contracción de la fecundidad chilena: de promediar 2,6 hijos por mujer a inicios de los ’90 a cerca de 1,2 hoyine.gob.clen.wikipedia.org. Los nacimientos anuales se han reducido a la mitad, y una fracción creciente de ellos corresponde a madres extranjeras, lo que evidencia que la baja natalidad es principalmente un fenómeno entre la población local.

Diagnóstico​

¿Por qué las familias chilenas tienen cada vez menos hijos? El fenómeno es complejo y multicausal, alineado con tendencias globales en sociedades más prósperashorizontalchile.cl. Entre los factores identificados destacan:

  • Cambio sociocultural y elección familiar: Las familias optan por ser más pequeñas. Se privilegia la realización personal, educación y estabilidad financiera antes de la maternidad/paternidad. La edad promedio al primer hijo ha aumentado significativamente. Hoy el grupo con más nacimientos es el de mujeres de 30 a 34 años (67 nacimientos por mil mujeres en 2022)ine.gob.cl, mientras en 1992 el mayor peak era entre 25-29 años (135 por mil)ine.gob.cl. Es decir, las chilenas tienen hijos más tarde y menos numerosos que generaciones previas. Asimismo, la maternidad adolescente se redujo drásticamente: de 65 nacimientos por mil jóvenes (15-19 años) en 1992 a solo ~12 por mil en 2022ine.gob.cl, reflejando mayor acceso a anticoncepción y educación sexual.
  • Costo económico percibido: Tener hijos se asocia a un alto costo de vida (alimentos, vestuario, educación, salud) y dificultades para acceder a vivienda adecuadahorizontalchile.cl. Muchos potenciales padres sienten que no pueden solventar una familia más grande. Sin embargo, los datos muestran que no solo los más pobres limitan su fertilidad: de hecho, en Chile los hogares de mayores ingresos tienen menos hijos que los vulnerableshorizontalchile.cl. Según la encuesta CASEN 2022, el quintil más rico promedia 0,06 niños menores de 2 años por hogar, menos de la mitad que el quintil más pobre (0,13)horizontalchile.cl. Esto sugiere que no es únicamente la falta de recursos la causa; incluso quienes podrían costear hijos optan por tener pocos.
  • Penalización laboral a la maternidad: La evidencia apunta a un “castigo de maternidad” en el mercado laboral chileno. Las mujeres que son madres sufren una caída persistente en sus ingresos y perspectivas profesionales, a diferencia de los hombres padreshorizontalchile.cl. Estudios internacionales muestran que este castigo (reducción salarial y de ascensos tras ser madre) tiende a aumentar en países de ingresos medios-altos y solo se reduce en economías con políticas muy avanzadas de conciliaciónhorizontalchile.cl. En Chile, las mujeres con mayor educación e ingresos enfrentan un alto costo de oportunidad al tener un hijo –en términos de interrupción de carrera y pérdida de ingresos– por lo que muchas postergan o limitan la maternidadhorizontalchile.cl. Esto ayuda a explicar por qué precisamente las mujeres profesionales (quintil alto) tienen tan pocos hijos.
  • Dificultad para conciliar trabajo y familia: Ligado a lo anterior, la oferta limitada de educación preescolar y salas cuna accesibles dificulta que las madres (y padres) trabajen y cuiden niños pequeños a la vez. La cobertura de salas cuna en Chile ha sido insuficiente, recargando a las madres o a las familias con gastos de cuidado. Estudios en Países Bajos muestran que mayor disponibilidad de guarderías se correlaciona con una menor penalización salarial a las madres, facilitando que la mujer retome su empleo sin una gran pérdidahorizontalchile.cl. En otras palabras, “la existencia de instituciones que cuidan a los niños pequeños se asocia a un costo salarial menor para las madres”horizontalchile.cl. En Chile, la falta de estos apoyos ha significado que muchas mujeres deban elegir entre carrera profesional o tener más hijos, decantándose por lo primero.
  • Factores adicionales: Otros elementos contribuyen a la baja fecundidad: mayor acceso a métodos anticonceptivos eficaces (que permiten materializar el deseo de menos hijos), urbanización (viviendas más pequeñas, vida más cara), cambios de valores (más realización individual, menos presión social por ser padres) e incluso preocupación por la inestabilidad (laboral, delincuencia) que hace a algunas parejas dudar en traer hijos a ese entornoduna.cl. La pandemia del COVID-19 también profundizó coyunturalmente la caída de nacimientos entre 2020-2021 por la incertidumbre sanitaria y económicaine.gob.cl, aunque hubo un leve “rebote” en 2022.

En resumen, tener hijos en Chile se ha vuelto menos atractivo o más difícil para muchas personas, especialmente mujeres jóvenes profesionales. Cuando la realización educativa-laboral de la mujer está en conflicto con la maternidad (por falta de redes de apoyo y políticas familiares), es esperable que la natalidad disminuya. El diagnóstico indica que revertir la tendencia requerirá aliviar los costos –económicos, laborales y de tiempo– asociados a la crianza, y redistribuir las responsabilidades más equitativamente en la sociedad (corresponsabilidad). Solo así las familias chilenas sentirán viable y deseable ampliarse.

Propuesta de Medidas​

Para elevar la natalidad de ciudadanos chilenos en la próxima década, proponemos un paquete integral de políticas públicas inspirado en las mejores prácticas internacionales (Francia, países nórdicos, etc.) y adaptado a nuestra realidad. Estas medidas abordan directamente las causas diagnosticadas, buscando incentivar (no forzar) la decisión de tener hijos mediante apoyos concretos. A continuación, las principales iniciativas:

1. Apoyo económico directo a las familias:

  • Bono por nacimiento: Entrega de un bono estatal por cada hijo nacido vivo. Por ejemplo, un bono de 1 millón de pesos para la madre y otro 1 millón depositado a nombre del recién nacido (como ahorro futuro)duna.cl. Esta medida –propuesta recientemente en Chile– busca aliviar los gastos iniciales de la maternidad y enviar la señal de que el Estado valora y respalda la decisión de tener un hijo. Experiencias comparables existen en países como Corea del Sur (que ha otorgado “cheques bebé” sin mucho éxito aisladoxataka.com) y regiones como Quebec en Canadá (bono por hijo en los 1980s). El diseño debe evitar solo un efecto de corto plazo; se complementará con ayudas continuas.
  • Asignación Universal por Hijo: Crear una subsidio mensual por cada hijo menor de 18 años (o hasta edad escolar) a cargo de familias chilenas, sin importar el nivel de ingresos (o al menos ampliando el rango de beneficiarios actuales). Este ingreso familiar complementario alivia el costo de crianza mes a mes. Modelos exitosos:
    • Francia: posee asignaciones familiares desde hace décadas, pagadas a partir del segundo hijo, junto con complementos por escolaridad, lo cual ha contribuido a que mantenga una de las tasas de fecundidad más altas de Europa (cercana a 2 hijos por mujer)theguardian.com.
    • Alemania: “Kindergeld” (aprox. 250 euros mensuales por hijo) para todas las familias, política que ha apoyado el repunte de su natalidad de 1,3 a ~1,5 hijos en los últimos 15 años.
    • Polonia: implementó en 2016 una asignación universal (~$130 mensuales por hijo a partir del segundo), llamada “500+”, que elevó su natalidad de 1,29 (2015) a 1,46 (2018)ifstudies.org. Si bien luego la tendencia se estabilizó, el consenso es que sí tuvo impacto positivoifstudies.org. Es un ejemplo de incentivo monetario amplio y efectivo, que “está funcionando” según análisis comparativosifstudies.org.
  • Incentivos tributarios por hijo: Ofrecer rebajas de impuestos a padres con hijos a cargo. Por ejemplo, aumentar la devolución o crédito en impuesto a la renta por cada hijo, o incluso (a largo plazo) explorar la exención total de impuesto de la renta para madres con 3 o 4 hijos (medida radical aplicada en Hungría recientemente)bcn.cl. En países OCDE es común que el sistema tributario alivie la carga a familias numerosas: Francia aplica el quotient familial, que reduce la base imponible según número de hijosoecd.orgoecd.org. Estos incentivos reconocen el aporte social de criar hijos y compensan en parte el gasto que implica, dejando más ingreso disponible en las familias con niños.

2. Conciliación trabajo-familia y corresponsabilidad:

  • Extensión y flexibilidad de postnatal: Chile ya cuenta con 6 meses de postnatal parental pagado. Se propone extender el permiso postnatal (por ejemplo a 1 año, como en países nórdicos) y, críticamente, incentivar que una mayor porción sea tomada por el padre. Modelos:
    • Suecia y Noruega: permisos parentales hasta ~12-16 meses remunerados, con parte exclusiva para el padre, bajo el principio “úsalo o piérdelo”, logrando alta participación masculina. Esto fomenta la corresponsabilidad en crianza desde el inicio y reduce la carga exclusiva sobre la madre, con impacto en su retorno al trabajo.
    • Finlandia: recientemente reformó su sistema de parental leave para igualar las semanas disponibles al padre y la madre. Estas políticas de igualdad de género han demostrado aumentar la disposición a tener hijos, pues las mujeres no cargan en solitario con el costo profesional de la maternidadtheguardian.com. Por el contrario, en sociedades donde la mujer debe elegir entre ser madre o desarrollarse en el trabajo, las tasas de fecundidad suelen desplomarsetheguardian.com.
    • Corea del Sur: ha creado incentivos para que los padres tomen licencia (bonos adicionales), aunque culturalmente la toma masculina sigue siendo baja. Nuestro plan propone campañas y beneficios para que más padres chilenos aprovechen el postnatal parental, avanzando hacia un cambio cultural donde criar hijos sea tarea de ambos progenitores por igual.
  • Jornada laboral flexible y teletrabajo para padres/madres: Impulsar marcos legales y acuerdos con empresas para fomentar horarios compatibles con la familia. Por ejemplo:
    • Derecho a solicitar reducción de jornada o esquemas de trabajo remoto parcial mientras los hijos son pequeños, sin riesgo de despido ni estancamiento profesional.
    • Promover el teletrabajo reglamentado para padres, tal como se hizo durante la pandemia, siempre que la naturaleza del empleo lo permita. La senadora Paulina Núñez destacaba la importancia de estas medidas de flexibilidad y teletrabajo con corresponsabilidad social para apoyar la natalidadduna.cl.
    • En países europeos, modalidades como el “trabajo 4 días a la semana” o con salidas más tempranas para recoger hijos son cada vez más comunes y se asocian a mayor bienestar familiar y deseo de tener más niños.
  • Urgencia a la Sala Cuna Universal: Implementar definitivamente la sala cuna gratuita garantizada para todos los hijos de trabajadores/as, independientemente del tamaño de la empresa. Actualmente en Chile la ley obliga a empresas con >20 trabajadoras a financiar sala cuna, lo que deja a muchas familias sin cobertura (y ha desincentivado la contratación femenina). Se propone un sistema universal, financiado vía un fondo público-privado, para asegurar cupos de sala cuna desde los 6 meses para cada bebé cuyos padres lo requieran. Esto permitirá a la madre reintegrarse al trabajo con tranquilidad, sabiendo que su hijo está bien cuidado. La evidencia sugiere que la disponibilidad de guarderías reduce el “impuesto a la maternidad” en salarioshorizontalchile.cl y facilita que las mujeres no teman perder su carrera al tener hijos. Además, la socialización temprana beneficia el desarrollo infantil. Esta política ha sido recomendada transversalmente –por ejemplo, fue destacada en el debate público chileno de 2025 como medida esencial para enfrentar la crisis de natalidadduna.cl– y se inspira en modelos de educación preescolar universal exitosos (p. ej., Francia tiene prácticamente cobertura universal desde los 3 años y amplia oferta desde los 0-2 años, lo cual ha sido clave en su alta fecundidad junto con alta participación femenina en la fuerza laboraltheguardian.com).

3. Apoyos en vivienda y gastos de crianza:

  • Subsidios de vivienda para familias jóvenes: Dado que el acceso a vivienda propia es un factor de tranquilidad para tener hijos, reforzar subsidios habitacionales específicos para parejas jóvenes con hijos o que deseen tenerlos. Por ejemplo, puntaje extra en programas de vivienda social o créditos blandos para familias con al menos un hijo. Singapur aplica políticas similares, otorgando prioridad en viviendas públicas a parejas casadas con hijos, lo que ha tenido cierto éxito mitigando obstáculos materiales (aunque su tasa sigue baja por otros motivos). En Chile, una política de vivienda familiar podría reducir la barrera de “no tengo donde criar un hijo”.
  • Educación y salud infantil gratuitas: Profundizar la gratuidad en servicios esenciales para niños:
    • Extender la gratuidad de jardines infantiles (vinculado a sala cuna universal).
    • Asegurar educación escolar gratuita y de calidad cercana al domicilio (aliviaría el costo educativo percibido).
    • Seguro de salud infantil: garantizar cobertura de salud al 100% para todos los niños (ya sea vía Fonasa o planes especiales), de modo que ningún padre tema no poder costear atenciones médicas de su hijo. Si bien el sistema público cubre a la mayoría, se puede reforzar con prestaciones especiales para niños (odontología, salud mental, etc.). Finlandia y otros estados de bienestar proveen amplios servicios gratuitos a los niños, lo cual reduce el gasto de las familias y las anima a crecer.
  • Bonos y ayudas focalizadas: Además del apoyo universal, mantener e incrementar ayudas focalizadas:
    • Bono por tercer hijo: dado que muchas familias tienen 1 o 2 hijos, podría ofrecerse un incentivo especial al nacimiento del tercer hijo o siguientes, para animar a quienes dudan en dar ese paso. Hungría, por ejemplo, ofrece un préstamo perdonable a parejas que tengan un tercer hijo (parte del préstamo para vivienda se vuelve no reembolsable)bcn.cl.
    • Apoyo a familias numerosas: descuentos en transporte público, cultura o impuestos locales para familias con 3 o más hijos (Francia tiene la Carte Famille Nombreuse con beneficios en trenes, museos, etc.).
    • Programas “Bienvenida al Bebé”: Inspirado en el famoso kit “baby box” de Finlandia, Chile podría entregar a cada recién nacido un set básico (cuna portátil, ropa, pañales, artículos de cuidado). Finlandia implementó esta caja de maternidad desde 1938, mejorando la salud materno-infantil y simbolizando el apoyo estatal a cada nuevo ciudadano, lo cual ha sido aplaudido como política social exitosaacademic.oup.com. Más que por efecto en la fecundidad, estas medidas mejoran las condiciones al nacer y envían un mensaje pro-niñez.

4. Medidas de apoyo a la fertilidad y decisiones reproductivas:

  • Cobertura de tratamientos de fertilidad: Muchas parejas desean hijos pero enfrentan problemas de infertilidad. Se propone ampliar la cobertura pública (Fonasa) y convenios privados para tratamientos de reproducción asistida (como fertilización in vitro), con prioridad a parejas que no tengan hijos. Países como Israel sufragan múltiples ciclos de FIV para parejas sin hijos, contribuyendo a que tengan una de las tasas de fertilidad más altas del mundo desarrollado (cerca de 3). Sin llegar a ese extremo, Chile puede facilitar que quien sí quiere tener hijos lo logre, eliminando barreras económicas a tratamientos costosos.
  • Campañas de sensibilización y cambio cultural: Iniciar campañas comunicacionales destacando el valor de la familia y la maternidad/paternidad. Sin caer en mensajes retrógrados, se trata de revalorizar la crianza como una contribución social noble y una realización personal positiva, contrarrestando visiones que la ven solo como carga. Asimismo, educar sobre corresponsabilidad: involucrar más a los padres en tareas de cuidado y a la sociedad (empresas, comunidad) en apoyar a quienes crían. Ejemplo: campañas tipo “Cada bebé, un nuevo comienzo para Chile”, con rostros positivos, testimonios de padres jóvenes, etc., podrían influir en las actitudes.
  • Participación de empresas y comunidad: Estimular que el sector privado sea “amigable con la familia”. Por medio de sellos o reconocimientos a empresas que implementen horarios flexibles, salas de lactancia, apoyo a trabajadores con hijos (días de familia, etc.). Un mejor equilibrio trabajo-familia incrementa la productividad y la lealtad de los empleados, a la vez que crea un ambiente propicio para que se decidan a tener hijos sin temor a represalias laborales.

En conjunto, estas medidas buscan recrear en Chile un entorno favorable a la natalidad, similar al de países que han contenido la caída de su fecundidad. Francia, por ejemplo, combina transferencias generosas (gasta ~3,5% del PIB en políticas familiares, una de las cifras más altas de la OCDEoecd.org) con servicios de guardería abundantes y cultura de igualdad de género –el resultado es que su tasa de natalidad (~1,8-1,9) supera con creces la de países sin tales apoyostheguardian.comSuecia y Noruega mantienen fecundidades en torno a 1,7 gracias a largas licencias parentales y cobertura universal de cuidado infantil. En contraste, naciones sin políticas pro-familia efectivas, como Corea del Sur, sufren colapsos de natalidad: pese a gastar desde 2006 la enorme suma de $284 mil millones de dólares en incentivos (subsidios, bonos, etc.), Corea alcanzó solo 0,72 hijos por mujer en 2023, la más baja del mundoxataka.com. Esto demuestra que los incentivos deben ser pertinentes y atacar las causas reales (la cultura laboral extenuante, la conciliación imposible, etc., en el caso coreano). Nuestro plan toma nota de esas lecciones para proponer un enfoque integral y equilibrado: apoyo financiero sí, pero también medidas de tiempo, servicios y cambios culturales que juntos hagan factible que las parejas chilenas quieran (y puedan) tener más hijos.

Estimación de Costos​

Implementar estas políticas requerirá una inversión fiscal significativa, pero asumible en función de las prioridades nacionales. A continuación, se presentan estimaciones preliminares de los costos anuales de las medidas principales, así como consideraciones de financiamiento:

  • Bono por nacimiento: Suponiendo un bono total de $2 millones de pesos por niño (madre + cuenta hijo)duna.cl y ~170 mil nacimientos anuales, el costo anual rondaría los $340 mil millones de pesos (unos USD 380 millones)duna.cl. Este monto equivale aproximadamente al 0,1% del PIB de Chile. Es similar a la propuesta presentada por un candidato presidencial reciente, cuyo plan de natalidad completo se estimó en USD $380 millonesduna.cl. Se podría financiar reasignando parte del presupuesto de programas menos prioritarios o vía un fondo soberano, dado su carácter de inversión en capital humano futuro.
  • Asignación Universal por Hijo: El costo depende del monto y cobertura. Por ejemplo, un subsidio de $30.000 mensuales por hijo menor de 18 beneficiaría aproximadamente a 4 millones de niños/adolescentes. Esto implica $30.000 * 12 meses * 4.000.000 ≈ $1,44 billones de pesos anuales (~USD 1.600 millones), alrededor de 0,4-0,5% del PIB. Si se focaliza hasta cierta edad (p.ej. menores de 5) o por tramo de ingresos, el costo baja. Alternativamente, un monto menor (o escalonado por cantidad de hijos) también ajusta la cifra. En cualquier caso, sería la partida más onerosa del plan. Para dimensionar, los países OCDE gastan en promedio 2,3% del PIB en beneficios familiaresoecd.org; Chile hoy gasta probablemente <1% (sumando asignación familiar, postnatal, Chile Crece Contigo, etc.). Aumentar esta inversión al nivel promedio OCDE significaría destinar adicionalmente del orden de 1 a 1,5% del PIB (~USD 3.000 a 5.000 millones anuales). Nuestra propuesta inicial (bono + asignación + sala cuna) estaría por debajo de ese rango, mostrando que es posible reforzar la natalidad sin desequilibrar las arcas fiscales, si hay voluntad política.
  • Sala Cuna universal: Actualmente el gasto en salas cuna y JUNJI/Integra (educación inicial) es de algunos cientos de millones de dólares. Ampliar cobertura a universal (0-2 años) podría requerir unos USD 300-500 millones adicionales anuales en operación (personal, mantenimiento) más un programa de inversión en infraestructura inicial para construir nuevos jardines infantiles en comunas deficitarias. Este gasto puede escalonarse en 2-3 años hasta la universalidad. Cabe considerar que mejores salas cuna podrían permitir que más madres trabajen y tributen, recuperando parte de la inversión vía impuestos.
  • Extensión de postnatal y licencias padres: Prolongar el postnatal de 6 a 12 meses implicaría que el subsidio estatal (pagado via seguro de cesantía o salud) cubra 6 meses extra por maternidad. Con ~170 mil nacimientos, si la mitad de las madres tomaran 6 meses más con subsidio promedio $500.000 mensuales, son $500.000685.000 ≈ $255 mil millones (USD 290 millones) al año. Sin embargo, puede estructurarse para que una parte la tome el padre (transferir meses), por lo cual parte del costo es a empleadores (en caso de padres con empleo remunerado) o el mismo fondo. Es un costo considerable pero modulable si se comienza con, por ejemplo, 3 meses extra voluntarios y se evalúa.
  • Incentivos tributarios: Otorgar créditos o exenciones por hijo podría mermar la recaudación fiscal. Un crédito de $100.000 anuales por hijo (para clase media) por 4 millones de niños supondría hasta $400 mil millones menos de recaudación (USD ~450 millones). No obstante, puede implementarse de forma progresiva (más para tercer hijo, por ejemplo) para focalizar el impacto donde se busca incidir. Además, se pueden condicionar a tramo de impuesto (quienes pagan impuestos altos reciben alivio por hijos).
  • Otras partidas: Programas como el “baby box” tendrían costos menores (por bebé, quizás $100.000 en insumos, total ~$17 mil millones al año, muy asumible). Los tratamientos de fertilidad podrían presupuestarse en un fondo especial (ej. 5.000 tratamientos FIV anuales a $3 millones c/u = $15 mil millones). Campañas comunicacionales y sellos a empresas son marginales en costo (unos pocos miles de millones de pesos).

En total, el costo fiscal anual de este plan podría rondar entre $1,5 y 2 billones de pesos adicionales (USD 1.700-2.300 millones), dependiendo del alcance exacto de cada medida. Esto equivale a aproximadamente 0,5-0,7% del PIB. Es un esfuerzo importante, pero comparable a otras prioridades sociales. Por ejemplo, el Estado ya gasta ~5% del PIB en educación y ~8% en pensiones; invertir menos de 1% del PIB para asegurar el relevo generacional y la sostenibilidad demográfica del país es racional. Además, muchas medidas reinyectan dinero a la economía (consumo de hogares con niños) y en el mediano plazo ampliarán la fuerza laboral (madres que pueden trabajar, futuros jóvenes empleados), compensando parcialmente el gasto.

Para financiarlo, se pueden combinar fuentes: aumento progresivo de ingresos fiscales (impuesto a super ricos, revisión de exenciones regresivas), redireccionar recursos desde partidas menos urgentes (por ejemplo, se menciona redirigir gasto desde educación superior –donde la cobertura ya es amplia– hacia la primera infanciaduna.cl), utilización de ahorros soberanos si fuese necesario transitoriamente, y priorización en la ley de presupuesto reconociendo que fomentar la natalidad es una inversión estratégica. En suma, el plan es fiscalmente abordable y su costo está justificado por los enormes beneficios futuros que conlleva.

Efectos Económicos y Políticos​

Impacto económico de implementar el plan: En el corto plazo, el programa tendría un efecto estímulo en la economía a través del mayor gasto público y mayor ingreso disponible en familias (los bonos y subsidios se traducen en consumo en rubros como alimentos, vestuario infantil, servicios de cuidado, etc.). Esto puede impulsar modestamente el PIB y la creación de empleos vinculados a la niñez (educadoras de párvulo, pediatras, producción de bienes infantiles). A mediano y largo plazo, si las medidas logran elevar la natalidad, Chile obtendrá dividendos económicos importantes: una base poblacional más joven y numerosa significará más trabajadores futuros, lo que sostiene el crecimiento económico potencial. Evitar o atenuar la contracción de la fuerza laboral es clave para que la economía no entre en estancamiento secular. Además, una población joven suficiente mantiene vigorosos sectores como la educación, el consumo interno de bienes durables (vivienda, autos) y la innovación. Se fortalecerá la razón de dependencia (más contribuyentes por cada jubilado), aliviando la presión sobre sistemas de pensiones y salud a largo plazo. En otras palabras, este plan es un pilar para la sustentabilidad fiscal futura: más nacimientos hoy son más adultos productivos mañana que financiarán con sus impuestos el Estado de bienestar para todos.

No obstante, los efectos no serían inmediatos. Elevar la tasa de fecundidad de ~1,2 a cerca de 1,8 (meta plausible en 10 años con buenas políticas) recién se reflejaría en más jóvenes entrando al mercado laboral en ~20 años. Por ello es una inversión que hay que mirar con visión de largo plazo, evitando tentaciones de recortar estas políticas ante la primera crisis económica. En el entretanto, sí habrá beneficios intermedios: por ejemplo, mayor participación femenina laboral. Al mejorar las facilidades de conciliación (sala cuna, flexibilidad), muchas mujeres que hoy se inhiben de tener hijos o salen de la fuerza de trabajo podrían hacer ambas cosas: ser madres y seguir trabajando, elevando la tasa de participación laboral femenina (actualmente baja en Chile en comparación OCDE). Esto por sí solo impulsa el PIB y los ingresos familiares. Países con más mujeres en la fuerza laboral (como Francia o Suecia) logran tanto mayor fecundidad como mayor desarrollotheguardian.com, mostrando que no es contradictorio si se implementan las políticas adecuadas.

Impacto económico de no actuar: Si Chile no implementa políticas efectivas y la natalidad se mantiene en 1,1-1,2 hijos por mujer o sigue bajando, las consecuencias pueden ser serias:

  • La población comenzará a disminuir a partir de 2040-2050, tras alcanzar unos ~20 millonesen.wikipedia.org, y el país se llenará de adultos mayores sin suficiente relevo joven. Un país que envejece y decrece puede enfrentar estanflación: bajo crecimiento económico e inversiones estancadas, ya que el mercado interno se contrae y la mano de obra escasea en ciertos sectores. Japón, por ejemplo, sufre crecimiento anémico en parte por su demografía. En Chile, un déficit de jóvenes obligaría a aumentar drásticamente la edad de jubilación y la carga tributaria sobre los pocos trabajadores para sostener a los retirados, con potencial malestar social.
  • La innovación y dinamismo podrían resentirse. Las generaciones jóvenes suelen ser las más emprendedoras y adaptables tecnológicamente; menos de ellas implican menor productividad dinámica. Además, ciertas industrias (educación, bienes juveniles) reducirían su escala, llevándonos a una economía más volcada al cuidado de ancianos y menos a la producción competitiva.
  • Para evitar esa contracción, el país tendría que recurrir más a la inmigración masiva como paliativo, lo cual tiene implicancias políticas y sociales. Si bien la inmigración controlada es positiva, basar todo el relevo poblacional en atraer extranjeros puede generar tensiones si la sociedad percibe competencia por empleos o servicios. Europa evidencia que cuando la natalidad local es muy baja, los flujos migratorios necesarios para sostener la población pueden desatar reacciones xenófobas o polarización política. Chile podría verse en 20 años enfrentando dilemas similares: o acepta muchos más inmigrantes jóvenes para compensar la falta de nacimientos (con posibles conflictos culturales/políticos), o asume un declive nacional.
  • En suma, no implementar políticas pro-natalidad equivale a patear el problema hacia adelante, dejando que la demografía actúe como “bomba de tiempo”. Los efectos económicos negativos serían graduales pero acumulativos, y revertirlos más adelante sería mucho más difícil (las políticas natalistas toman años en mostrar impacto, por lo que es ahora el momento de anticiparse).

Impacto político y social de implementar el plan: Apostar por la familia y la natalidad puede fortalecer la cohesión social. Un Estado que protege a la infancia y apoya a los padres envía un mensaje de futuro y esperanza. Políticamente, este plan podría generar consensos transversales si se comunica adecuadamente: tanto sectores progresistas (que ven en ello apoyo a la mujer trabajadora, reducción de desigualdad desde la cuna, derechos de los niños) como conservadores (que valoran la importancia de la familia) tienen razones para respaldarlo. De hecho, muchos países con políticas familiares robustas las han mantenido sin importar el gobierno de turno, al convertirse en parte del contrato social. En Chile, un programa así podría aliviar tensiones generacionales a largo plazo: al haber suficiente población joven, se evita el choque intergeneracional de pocos jóvenes sosteniendo a muchos mayores. También podría mitigar la desigualdad: las medidas universales benefician más en proporción a familias de menos recursos (que destinan más porcentaje de su ingreso a los hijos), y la disponibilidad de sala cuna permite que madres de todos los estratos puedan desarrollarse laboralmente.

No obstante, se deben considerar retos políticos:

  • Inicialmente puede haber resistencias ideológicas. Por ejemplo, sectores ultraliberales podrían criticar el costo fiscal o considerar que “no debe incentivarse tener hijos con dinero público”. Por otro lado, sectores feministas podrían recelar de algunas medidas si las perciben como un rol tradicionalista impuesto a la mujer. Es crucial enmarcar el plan correctamente: no se busca obligar ni relegar a la mujer, sino darle libertad real de elegir ser madre sin pagar un precio desproporcionado en su calidad de vida o carrera. Las políticas de corresponsabilidad son la antítesis del enfoque machista; empoderan a la mujer y al mismo tiempo permiten que quien desea hijos no deba sacrificarlo todo.
  • Otro aspecto es la sostenibilidad política: los frutos en natalidad pueden tomar varios años en verse (por ejemplo, subir de 1,2 a 1,6 hijos por mujer podría tomar todo el decenio). Es fundamental un compromiso de Estado para mantener las medidas en el tiempo, evitando que cambios de gobierno den marcha atrás. Por ello, ojalá este plan surja de un consenso técnico-político amplio (comisión demográfica, etc.).
  • Percepción pública: Al implementarse, muchas familias sentirán alivio y apoyo tangible (lo cual es políticamente popular). Sin embargo, es importante evaluar resultados y comunicar logros parciales (por ejemplo, incremento en matrículas de sala cuna, testimonios de madres que pudieron tener un segundo hijo gracias a las ayudas, etc.) para mantener el respaldo ciudadano. También se debe monitorear cualquier efecto no deseado (por ejemplo, que algún incentivo genere fraude o dependencia) y ajustar en consecuencia.

En términos geopolíticos, un Chile que enfrenta su desafío demográfico con éxito será un país más estable y robusto. Contrasta con naciones que ignoraron el problema y ahora ven reducida su influencia por población menguante. Mantener un crecimiento poblacional armónico preserva también la relevancia de Chile en la región y el mundo (mercado de cierto tamaño, fuerza laboral atractiva, etc.).

Finalmente, hay un efecto social intangible pero crucial: implementar este plan enviará la señal de que Chile abraza la vida y el futuro. En lugar de un país resignado a envejecer, sería un país que invierte en sus niños, en las nuevas generaciones y en el sueño de miles de familias. Eso tiene un potente efecto psicológico colectivo: más optimismo, más sentido de comunidad (pues todos contribuimos vía impuestos a criar a los nuevos chilenos), y una narrativa de país de oportunidades para los hijos. Políticamente, un programa así puede unir a la ciudadanía en torno a un objetivo común trascendente, dejando de lado divisiones menores.

Conclusión​

La caída de la natalidad en Chile es un desafío estratégico de primera magnitud. Las estadísticas oficiales dejan en claro el cuadro: nunca antes los chilenos habíamos tenido tan pocos hijos, y de persistir esta tendencia, nuestro país enfrentará un envejecimiento acelerado con consecuencias económicas adversas. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Es imperativo que el próximo gobierno adopte un decidido Plan de Fomento de la Natalidad, como el aquí propuesto, para encauzar a Chile hacia un futuro demográfico sostenible.

Este plan se sustenta en evidencia técnica y en lecciones de países que han lidiado exitosamente con la baja fecundidad. Las medidas propuestas –desde incentivos económicos hasta la sala cuna universal– abordan las causas identificadas: alivian el peso financiero de criar hijos, facilitan que las madres no vean truncadas sus carreras y promueven una sociedad donde tener familia y desarrollarse no son caminos excluyentes. Además, las estimaciones fiscales demuestran que es viable costear estas políticas con un esfuerzo moderado y responsable, muy inferior al costo de no hacer nada y sufrir luego un declive económico por falta de población joven.

En términos políticos, invertir en la natalidad es invertir en la esperanza y la continuidad de la nación. Un programa así, bien comunicado, puede aglutinar apoyos transversales, pues responde tanto a valores familiares profundos como a metas de equidad de género y progreso social. Es, en esencia, una política de Estado para proteger el porvenir.

Imaginemos el Chile de 2035 gracias a este plan: más niños en los parques y escuelas, madres y padres apoyados y tranquilos, empresas adaptadas a la vida familiar, un sistema educativo fortalecido desde la cuna, y una economía rejuvenecida por la energía de una nueva generación. Ese Chile será más próspero y humano. Como dijo un destacado demógrafo, “la decisión de tener un hijo es un voto de confianza en el futuro”. Hagamos que los chilenos vuelvan a confiar en su futuro. Fomentar la natalidad no es retroceder, es avanzar con visión en el ciclo natural de la vida, asegurando que Chile renazca con cada nueva generación.

Fuentes: INE Chile (Estadísticas Vitales 1980-2023), Ministerio de Desarrollo Social (Casen 2022), OCDE (Family Database), CEPAL, experiencias internacionales (Francia, Finlandia, Corea del Sur, Polonia, Hungría), medios nacionales (La TerceraRadio Duna)ciedess.cline.gob.clduna.clhorizontalchile.clhorizontalchile.cl, entre otros. Todas las cifras y propuestas han sido fundamentadas en dichos datos y prácticas comparadas para garantizar un sustento técnico sólido a este Plan de Natalidad.

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